Crítica de ‘The Batman’: Matt Reeves se recrea entre luces rojas y sombras
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En contraposición al personaje de Spider-Man, esa efigie que es Batman en DC admite un abanico de posibilidades más amplio que el del trepamuros. No es de extrañar por tanto que el llamado Caballero Oscuro, en tres décadas, haya tenido seis adaptaciones con otros seis actores diferentes. Sorprendentemente, el público no sólo no se cansa de ver al murciélago, sino que desea volver a ver anteriores rostros ocupando de nuevo el manto oscuro, como ocurrirá con Ben Affleck y Michael Keaton en la cinta de The Flash. La duda que sobrevuela antes de entrar a ver la nueva proyección es, si esta es una explotación más de la IP de Warner Bros o si el director Matt Reeves ha logrado mostrarnos una visión diferente del personaje creado por Bob Kane y Bill Finger en 1915. A continuación, analizamos y respondemos a esta pregunta con la crítica de The Batman:
Cuando se visualiza una nueva acometida de Warner de volver a proyectar la batseñal sobre las salas, siempre e ineludiblemente surge una pregunta un tanto vacua, pero inseparable del rol del héroe; ¿Es este el Mejor Batman? “no, ese es el de Christopher Nolan” dirán algunos, “ninguno como el de Zack Snyder”, responderán otros. Lejos de tener una respuesta clara como una batseñal en la oscuridad, una cosa parece innegable. Reeves ha creado la ciudad de Gotham más estimulante, desde la propuesta artística que impregnó Anton Furst en el filme original de Tim Burton.
Una atmósfera que lo es todo
Nunca la ciudad de Gotham había tenido un peso tan equilibrado entre lo estético y lo narrativo. Una mezcla orquestada por los ritmos compuestos de la mano de Michael Giacchino e impulsada, por el director de fotografía Greig Fraser. El propio arranque borra de un plumazo todos los prejuicios existentes sobre el cine de superhéroes. Reeves abre el telón con un thriller noir. Uno en el que un detective lleva un diario sobre el que vuelca los pensamientos de una ciudad corrupta y en la que el crimen acecha en cada esquina.
La propuesta del director de Monstruoso juega a alojar muchos géneros dentro de su particular visión. Se muestra incluso con un romanticismo que lejos de ser anecdótico, funciona realmente bien para reforzar el compromiso y la idea de un Batman como parte indisoluble de Gotham. The Batman es más Batman que Bruce Wayne e incluso cuando no lleva la máscara, seguimos viendo al hombre torturado por el trauma, alejado de su ciudad y de su gente.
Sombras y un rojo que se tiñe de esperanza
Culturalmente, sabemos que de las sombras no sale nada bueno. La presentación del justiciero se presenta como “la venganza”. Esta donde está, pero también en todos aquellos sitios donde podría estar. Castiga la delincuencia, pero es en parte visto del mismo modo que ella. Los salvados sienten miedo. Batman ajusticia para sí mismo y por él, no pasa la idea de tender una mano.
Si las sombras son algo amenazante, el color rojo del mismo modo, nos avisa de peligros. Aquí donde el trabajo de Fraser y la propuesta artística tienen un profundo sentido en la evolución del personaje. Será al final cuando Batman tome conciencia de que debe de ser esa bengala roja, ese guía que marca el camino a la ciudad.
A pesar del riesgo y de sus virtudes. The Batman es un cóctel de estímulos que atragantará a más de uno. Su tramo final, lejos de no ser disfrutable, desdibuja parte del recorrido noir que tan bien se relacionaba en ese ecosistema. El film, encuentra sus puntos fuertes cuando se acerca más al transgresivo juego de miradas, pistas y acertijos que en el lodo superheroico tradicional, al que recurre en más de una ocasión. Con todo y después de tres horas de metraje, el peso de su atmósfera recala con la presión suficiente como para querer saber más de esta Gotham y de sus personajes.